Friday 4 September 2009

Igualdad de derechos… hilando más fino


En Guatemala, teniendo igualdad de derechos garantizados por la Constitución vigente existe suficiente evidencia que implica discriminación a la mujer, al indígena, al joven sin experiencia, y otros en el mercado laboral tanto en la contratación como en la retribución salarial. Dicho lo anterior, el Ing. Manuel Ayau opina en su columna del 29 de agosto que la igualdad de derechos es suficiente para que las personas salgan por sí mismas de la pobreza.

Estamos de acuerdo en que la igualdad de derechos es necesaria mas no es suficiente.

Manuel Ayau también implica someramente que la suerte es un determinante del éxito o el fracaso de una persona. Lo que no menciona don Manuel es que existiendo igualdad de derechos sin igualdad de condiciones individuales para competir, las asimetrías, con raras excepciones, se perpetúan. Para ilustrar la idea: el pez que nació mas fuerte se comerá al pez que nació más débil. En un contexto social eso significa que quien tuvo la “mala suerte” de nacer en un entorno pobre, deberá resignarse a la pobreza pues ya hay peces grandes que teniendo los mismos derechos, tendrán más oportunidades de alcanzar el éxito económico. La competencia para quienes nacieron en condiciones de pobreza absoluta es doble, triple o a veces tan grande que ni siquiera es posible entrar a competir.

Deja ver el Ing. Ayau que nacer en una comunidad pobre es resignarse a la pobreza. Todos nacemos desnudos (o pobres) argumenta el Sr. Ayau, pero la realidad es que la niña nacida en Uspantán, el Quiché, nace más desnuda que el niño nacido en algunos sectores de la ciudad capital. Existe suficiente evidencia que la desnutrición ocasiona daños físicos, cognitivos, de capacidades motrices e intelectuales en las personas y esa es la “suerte” de 6 de cada 10 niños pobres menores de cinco años, en Guatemala. Recordemos que las instituciones son producto del hombre y la construcción de un Estado no excluyente es tarea de cada persona que convive en él. El nivel y la calidad educativa, las condiciones sanitarias, la calidad de alimentación, el acceso a agua potable y a medicamentos son determinantes incuestionables del potencial para que una persona se desarrolle física e intelectualmente y son servicios que la misma sociedad debe organizarse para garantizar a todos los miembros por igual.

Algunos se preguntarán ¿Porqué debo yo ayudar a quien no tuvo mi misma suerte? Pregunta que detona otras aristas ideológicas al responderse.

El mercado laboral retribuye según esas capacidades y condiciones físicas e intelectuales adquiridas durante la niñez y adolescencia. Para nadie es un secreto que los servicios educativos o sanitarios que no son rentables en comunidades pobres económicamente no las brindará el mercado por carecer del incentivo al lucro reproduciendo así las mismas condiciones y perpetuando el círculo vicioso. Esa “suerte” que el Ingeniero argumenta como determinante de los ingresos de las personas y su potencial desarrollo económico o éxito es posible cambiarla invirtiendo justamente en los servicios que elevarán las condiciones que impiden que el individuo no sea condenado a la pobreza económica permanente. Teniendo los mismos derechos garantizados en la actual constitución existen asimetrías históricas por el Estado excluyente que se ha construido y que ha sido capturado para beneficiar únicamente a ciertas élites.

La categorización que hace don Manuel Ayau, sobre la mujer bella por sobre la mujer fea, que el mejor dotado físicamente tendrá más oportunidades en los deportes que el menos dotado o que el simpático tendrá mas éxito que el antipático, además de ser subjetivas asumen la libertad del individuo de participar en triviales concursos de belleza, competencias deportivas o certámenes de popularidad. La realidad en el contexto social y económico es diferente y más seria. Cuando la persona no escoge nacer en una comunidad pobre donde no existen servicios básicos de salud y educación que sobre todo son determinantes de sus condiciones físicas, emocionales e intelectuales para alcanzar niveles de supervivencia humana mínima e incluso niveles de vida dignos estamos hilando un poco más fino y entramos al campo de análisis de las ciencias sociales como la política, la sociología, la economía e incluso la ética y no en función de la llamada “suerte”. Es precisamente el tipo de Estado que la sociedad misma ha decidido construir y que puede ser moldeado y construido por quienes lo conforman el que cambiaría la suerte de muchos, hoy desnutridos.

Asumir que la igualdad de derechos es condición suficiente para que las personas en condiciones de desigualdad social alcancen niveles de bienestar mínimos es ingenuo, irresponsable y, ojalá no, malintencionado.

La igualdad de derechos no es garantía suficiente para alcanzar la prosperidad económica, mucho menos el desarrollo humano, ambiental y social si no se cuenta con otros prerrequisitos que en Guatemala a todas luces no se dan.

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