Wednesday 1 August 2012

El futuro de la historia

“Ignorancia que lueguito y con poco esfuerzo estalla en explosiones emotivas y rabiosas, que obstaculizan cualquier intento de diálogo...”

Me topé hace un par de días con la columna “De Historia a historiadores” del profesor Julio Castellanos Cambranes.  Grata sorpresa cuando además revisé los archivos de Prensa Libre y veo que ya son varias las entregas que ha hecho, todas apuntando en una misma dirección: rescatar el valor y utilidad de la historia. 

Disciplina de la más alta prioridad para cualquier pueblo.  Pero más aún para uno como el nuestro, que huye despavorido ante el menor contacto con su pasado.  Ironías de la vida porque descendemos de una civilización culturalmente muy rica.   

Así como no hay que hacer mucho esfuerzo para justificar el valor de aumentar la discusión sobre distintos períodos históricos en el país, tampoco hay que escarbar muy profundo para darnos cuenta del déficit que Guatemala tiene en ciertos momentos de su historia.  Por ejemplo, durante los últimos cincuenta o sesenta años, en donde, salvo honrosas y modestas excepciones, mantenemos un velo de ignorancia mayúsculo y deliberado.   

Ignorancia que luego se transforma en mitos, dogmas y leyendas, repetidas hasta la saciedad, para tratar de convertirlas en verdad de boca en boca transmitida.  Ignorancia que lueguito y con poco esfuerzo estalla en explosiones emotivas y rabiosas, que obstaculizan cualquier intento de diálogo y, por consiguiente, de avance en la construcción de acuerdos mínimos para acelerar nuestro desarrollo.  La razón es muy sencilla: lo que se desconoce se teme, y lo que se teme se rechaza a priori. 

Por eso es tan importante que aquellos pocos que se han dedicado sistemáticamente al estudio de nuestro pasado se propongan comunicarse con audiencias más amplias.  Fundamentalmente con nuestros jóvenes de secundaria y primeros años de universidad, quienes de manera natural están ávidos por conocer de dónde vienen, para poder así definir mejor hacia dónde quieren llevar sus historias de vida. 

Las reflexiones del profesor J. C. Cambranes me devuelven inmediatamente al ámbito de mi trabajo profesional: la Economía.  Allí también hace falta muchísima investigación, docencia y discusión, para explicar la raíz de muchas discusiones actuales y recurrentes.  Preguntas como ¿qué características y cómo funciona la economía campesina? ¿Cómo se han formado los grandes grupos empresariales en Guatemala? ¿Cómo surgió el azúcar, el café y el cardamomo; industrias como la del cemento y la cerveza; o nuestro sistema financiero nacional? ¿Qué papel ha tenido el Estado en tales procesos? ¿Cómo se toman las grandes decisiones de política económica? ¿Cómo y por qué se logran o abortan las reformas fiscales?  Y así tantas otras preguntas.

Acumular evidencia y discusión en temas como estos sin duda alguna nos ayudará a crecer como sociedad y como país.  No sea que nos siga pasando las de aquel conferencista que un día dijo que la Revolución de Octubre la hicieron un grupo de patojos bohemios y parranderos.  O aquel otro personaje que nos dijo a mi padre y a mí que para sacar a Guatemala del subdesarrollo había que matar a todos los indios, porque no consumen nada y por tanto no dinamizan la economía: se fabrican sus propios caites, su propia ropa y hasta cultivan lo que se van a comer.   

John Lukacs en su libro The future of History nos regala una cita de Agnes Repplier muy sugerente, que dice más o menos así: “solía pensar que la ignorancia de la historia no significaba más que falta de cultivarse y una pérdida de placer.  Ahora estoy segura que tal ignorancia, al debilitar nuestro entendimiento, está debilitando nuestro juicio, al privarnos de los estándares que provee el poder del contraste, y el derecho de formarnos una opinión. (…) No podemos saber nada de una nación a menos que sepamos su historia.”  Palabras que vienen como anillo al dedo para conmemorar el alzamiento de los caballeros cadetes de aquel 2 de Agosto de 1954. 

Prensa Libre, 2 de agosto de 2012. 

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