Wednesday 7 February 2018

SER DE “IZQUIERDA” COMO INSULTO

SER DE “IZQUIERDA” COMO INSULTO 

Samuel Perez Attías 

En defensa de la libertad de opinar, de tomar posturas y de ser radical en ellas.



Hace pocos días, JL Font, en entrevista en radio, le hizo una pregunta a la Sra. Fiscal General, Thelma Aldana sobre su postura política al haber personas que utilizan el argumento de que “es de izquierda” para insultarla o descalificarla.

La respuesta de la Fiscal fue categórica pero bastante sabia. “Hay quienes creen que ser de izquierda es un insulto cuando no es un insulto ser de izquierda”.

Parafraseándola y agregándole mi visión personal a esa genial respuesta, posteé un tuit donde amplío la idea diciendo que no solo no es un insulto ser de izquierda como tampoco lo es identificarse como de derecha. Cada quien tiene derecho a pensar como desee.

Más que entrar a la interesante discusión sobre qué significa ser de izquierda o derecha en estos tiempos, me centro en el argumento de la idea arriba mencionada: Usar como un insulto la forma de otras personas de identificarse con una postura política -aunque no la entiendan, o precisamente por ello- demuestra más bien ignorancia, poca buena voluntad o perversidad. Talvez más que ser “de izquierda” o “derecha”, el problema sería que quienes se identifican con esa “X” o “Y” postura no la entiendan y solo repitan lo que creen que esa forma de pensar implica sin mucho más reflexión o cuestionamiento. ¿Sabemos realmente que significa identificarse como “de izquierda” o “de derecha” en el contexto guatemalteco? ¿Son posturas genéricas o contextuales? ¿Es el espectro político necesariamente binario? ¿Cómo se matizan dichas posturas en el espectro?

Las reacciones no tardaron.  Salieron comentarios como “Sí. Para mí es un insulto que me digan que soy “de izquierda” porque la izquierda refleja el Comunismo, al Che Guevara, los asesinos de la guerrilla y a Hugo Chavez destruyendo Venezuela”…  hasta “La derecha es un insulto, porque la derecha defiende al Cacif y a los empresarios y apoyar al neoliberalismo demuestra una falta de ética, adoctrinamiento o ignorancia”… (Sugiero reparar un poco en releer dichos argumentos, su relevancia y su validez). 

¿Es la izquierda defensora del comunismo? ¿Es la derecha necesariamente defensora y proponente del neoliberalismo? ¿Según quién? ¿A qué país o  modelo de Estado se refieren cuando hablan de propuestas políticas de “derecha” o de “izquierda”? ¿A qué llaman “Izquierda” quienes se identifican como de derecha? ¿Al fundamento filosófico que soporta a las políticas de la izquierda  Europea, Canadiense, Venezolana o Guatemalteca? ¿A qué llaman “derecha” quienes no se identifican con ella? ¿Al capitalismo? ¿Cuál capitalismo? ¿Al capitalismo de Estado Chino, al sistema social de mercado Danés, la Social Democracia Alemana del sigloXX, al modelo oligárquico Guatemalteco o al modelo de economía mixta Uruguaya, Estadounidense o Costarricense? ¿Bajo qué parámetros se está midiendo ese supuesto binario espectro ideológico? ¿Cuáles son la variables que identifican una y otra visión? ¿Es la derecha progresista una alternativa a la derecha conservadora? ¿Es la izquierda liberal una alternativa a la izquierda conservadora? ¿Qué es ser de derecha progresista y qué es ser de no-derecha? 

Lo que evidentemente no comprenden estos expertos, es que al asumir sus posturas como un paraguas de verdades absolutas y utilizar dicho sesgo como motivo de insulto, limitan la posibilidad del dialogo maduro, de la discusión racional incluso entre extremistas y del entendimiento, jugándole el juego a quienes les conviene mantener a una población divirtiendo su ego en la defensa de dicotomías creadas para tal fin: para entretener.

Tanto derecho tiene una persona de pensar de una forma como de otras. Tanto derecho tiene una persona para identificarse con un pensamiento filosófico-político (o ideología) como de no hacerlo, negarlo, rebatirlo o identificarse con otro. Cada idea tiene su argumento y cada postura política su propio fundamento. Descalificar simplistamente como un insulto a alguien por auto identificarse como “de izquierda” aporta poco en la discusión colectiva. Pero, ¿Acaso no es lo mismo si se hace a quienes se autodefinen como “de derecha”? Sin escucharnos, sin conocer posturas radicalmente diferentes y diversas, sin comprendernos como consecuencia, lo que logramos es cavar trincheras de pensamiento autárquico, aislado. No es malo para el crecimiento personal, pero limita la capacidad de incidir cuando se trata de aplicar la diversidad de ideas en la praxis, bajo un supuesto de integración y horizontalidad, es decir, de diálogo. Ignorar las posturas de quienes se autodefinen como se quieran definir en un espectro más que binario, simplificando un debate en extremos dicotómicos es útil para seccionar a la población y categorizar un sistema político también binario, pero fútil para madurar como civilización Democrática a lo interno de las discusiones de políticas públicas. 

La libertad individual y/o de asociación colectiva implica la diversidad de opiniones, convicciones y posturas en un conglomerado social. Una sociedad homogénea, con pensamiento homogéneo, con valores homogéneos y posturas políticas homogéneas es síntoma de una sociedad cautiva, esclava de un poder dominante o hegemónico.  Para entender las políticas de Trump en EUA, de Jimmy en Guatemala, EPN en Mexico o de Hugo Chavez en Venezuela, debemos entender los valores que les mueven, el porqué de sus intereses, comprender su visión del mundo y aprender de su marco filosófico de vida. Cómo hacerlo si no les conocemos? Como hacemos si no les escuchamos?  ¿Cómo hacerlo si nos limitamos a descalificar su pensamiento y su práctica al arrogarnos sapienza absoluta?

Es afortunado que cada quien tenga libertad para decidir sobre lo que considera su propia verdad. Ojalá sea ésta construida en un marco de diversidad de ideas y dialogo fluido. Lo infortunado es, más bien, “dividir a unos contra otros” usando como argumento el insulto y la descalificación sin explorar las razones de la diversidad de opiniones. Diversidad que va más allá del simplista espectro binario: “bueno o malo”, “blanco o negro”, “izquierda o derecha”, “comunismo/capitalismo”.

Si somos lo que sabemos, entonces somos lo que creemos saber que somos. Una persona libre no debiera conformarse con saber lo que sabe. Una sociedad libre no debiera ver con normalidad que unos usen la forma de pensar de otros como un insulto. Una sociedad democráticamente madura no debiera tolerar el insulto a otros por la forma de verse, de pensar, de vestir, de escoger con quien quieren compartir su vida, por la forma de expresar su sexualidad, su cultura, su idioma, por cómo decidir a quién querer, por la forma de entender su propia existencia o de cómo piensan. Una mente libre desafía sus propias respuestas cuestionando y cuestionándose constantemente. La verdad está, más bien, implícita en su búsqueda. Una persona libre no deja de hacer y hacerse preguntas cuando cree tener todas las respuestas. Usar la ideología de una persona como motivo de insulto para descalificarle sin mucho más argumento refleja ignorancia, ingenuidad si no una intención perversa.

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