Sunday 20 September 2009

Igualdad ante la ley con desigualdades económicas

Igualdad ante la ley con desigualdades económicas

Por: Lic. Abraham Samuel Perez / Samperez1@gmail.com

La isonomia (igualdad ante la ley) debe ir de la mano con la igualdad de acceso a oportunidades económicas. El contexto del debate sobre la igualdad de oportunidades se fundamenta en la economía, que implica primordialmente la sobrevivencia de las personas, incluyendo la competencia en el mercado laboral y empresarial en el marco del libre mercado. Los fundamentos de la economía clásica (neoliberal le apodan algunos) sostienen que el mercado perfectamente competitivo resuelve el problema económico al determinar eficientemente qué se debe producir y cómo se distribuye lo producido a los consumidores. La teoría sin embargo, también explica que los mercados cuando no son competitivos son proclives a crear disparidades aun más grandes en el tiempo. Dicho lo anterior, la igualdad de derechos en cuanto a la libre competencia asume que los agentes económicos involucrados tienen igualdad de acceso al mercado, igualdad de acceso a información e igualdad de acceso a recursos productivos. Falencia que algunas escuelas neoclásicas más modernas y tanques de pensamiento libertario incluso radicales afuera de nuestras fronteras reconocen que se debe corregir. Cito a Swaminathan S. Anklesaria del Centro para la Libertad y Prosperidad Global del CATO Institute: El Banco Asiático de Desarrollo está en lo correcto al concluir que los gobiernos deben hacer más para mejorar la igualdad de oportunidades. La vergonzosa exclusión de acceso a necesidades básicas en zonas rurales institucionaliza la desigualdad de oportunidades e impide a los pobres salir adelante. En zonas urbanas, las oportunidades han crecido en las últimas décadas.”

Mas gráficamente, se puede comparar con un partido de fútbol: los jugadores debieran tener igualdades de condiciones físicas, etareas y nutricionales entre sí para que la competencia sea justa. Algunos argumentaran que existen diferentes ligas y que la condición de los jugadores dependerá de la liga en que estén jugando. Así las cosas, se argumenta que las grandes ligas compiten en igualdad entre las grandes ligas y que igual lo harán las ligas menores lo cual es totalmente cierto. La implicación de dicha realidad es que la igualdad de derechos frente a profundas asimetrías justificaría la perpetuidad de la pobreza en ciertos grupos poblacionales étnicos, etáreos o de ciertas áreas geográficas que no tienen el mismo acceso a inversión social que otros grupos. “Ellos nacieron en las “ligas menores” argumentará la teoría neoclásica “y jugaran el partido según sus condiciones”. En jalapa, los niños con igualdad de derechos pero sin el mismo acceso a educación de calidad, a salud de calidad y vergonzosamente a ¡alimentación básica para sobrevivir! deben comprender y resignarse a la suerte de que van a competir con sus pares jalapanecos probablemente en trabajos que no retribuyen siquiera al equivalente de la canasta básica de alimentos. La inversión social y de infraestructura que podría sacarlos de la miseria no llega. La que llega es la que aprovecha sus condiciones Infra-humanas y falta de acceso –paradójicamente- al ejercicio de sus derechos (iguales ante la ley, según nuestra constitución). Esto no es ideológico; es así como los mercados se comportan en un contexto social.

Perpetuar las asimetrías es conveniente para algunos pero perjudicial para otros y en el caso de Guatemala, hablamos de que quienes se ven perjudicados constituyen mayoría. En ese marco cabe preguntarse: ¿Es ése el Estado que queremos continuar construyendo? ¿Será que los problemas institucionales, ambientales, sociales y políticos que vivimos no tienen relación con las enormes asimetrías que existen? En el partido deportivo llamado “Guatemala”, las grandes ligas juegan entre ellas y están en la capital, el resto son chamuscas y de chamuscas no pasan. El “argumento” utilizado de que “todos nacemos pobres” es un mito pues la niña que nació en Camotan nació mas pobre que quien nació en la capital quien cuenta con ventajas en el acceso a educación, salud, infraestructura, capital para competir económicamente; por no mencionar otros orígenes de las desigualdades como las herencias y los prejuicios sociales discriminatorios en el mercado laboral y empresarial; ¿mala suerte o un Estado excluyente pero con iguales derechos? Ojala todo fuera como la economía clásica de Adam Smith lo postulaba pues asumía que esos prejuicios no existían en el mundo ideal pero irreal de los mercados perfectamente competitivos, incluido el laboral. Tergiversar la realidad obviando pequeños detalles que hacen grandes diferencias es ingenuo o irresponsable y, ojala no, malintencionado. Podríamos asumir que otros columnistas presumen de buenas intenciones, pero también nos acordamos que de buenas intenciones esta empedrado el camino al infierno.

Friday 4 September 2009

Igualdad de derechos… hilando más fino


En Guatemala, teniendo igualdad de derechos garantizados por la Constitución vigente existe suficiente evidencia que implica discriminación a la mujer, al indígena, al joven sin experiencia, y otros en el mercado laboral tanto en la contratación como en la retribución salarial. Dicho lo anterior, el Ing. Manuel Ayau opina en su columna del 29 de agosto que la igualdad de derechos es suficiente para que las personas salgan por sí mismas de la pobreza.

Estamos de acuerdo en que la igualdad de derechos es necesaria mas no es suficiente.

Manuel Ayau también implica someramente que la suerte es un determinante del éxito o el fracaso de una persona. Lo que no menciona don Manuel es que existiendo igualdad de derechos sin igualdad de condiciones individuales para competir, las asimetrías, con raras excepciones, se perpetúan. Para ilustrar la idea: el pez que nació mas fuerte se comerá al pez que nació más débil. En un contexto social eso significa que quien tuvo la “mala suerte” de nacer en un entorno pobre, deberá resignarse a la pobreza pues ya hay peces grandes que teniendo los mismos derechos, tendrán más oportunidades de alcanzar el éxito económico. La competencia para quienes nacieron en condiciones de pobreza absoluta es doble, triple o a veces tan grande que ni siquiera es posible entrar a competir.

Deja ver el Ing. Ayau que nacer en una comunidad pobre es resignarse a la pobreza. Todos nacemos desnudos (o pobres) argumenta el Sr. Ayau, pero la realidad es que la niña nacida en Uspantán, el Quiché, nace más desnuda que el niño nacido en algunos sectores de la ciudad capital. Existe suficiente evidencia que la desnutrición ocasiona daños físicos, cognitivos, de capacidades motrices e intelectuales en las personas y esa es la “suerte” de 6 de cada 10 niños pobres menores de cinco años, en Guatemala. Recordemos que las instituciones son producto del hombre y la construcción de un Estado no excluyente es tarea de cada persona que convive en él. El nivel y la calidad educativa, las condiciones sanitarias, la calidad de alimentación, el acceso a agua potable y a medicamentos son determinantes incuestionables del potencial para que una persona se desarrolle física e intelectualmente y son servicios que la misma sociedad debe organizarse para garantizar a todos los miembros por igual.

Algunos se preguntarán ¿Porqué debo yo ayudar a quien no tuvo mi misma suerte? Pregunta que detona otras aristas ideológicas al responderse.

El mercado laboral retribuye según esas capacidades y condiciones físicas e intelectuales adquiridas durante la niñez y adolescencia. Para nadie es un secreto que los servicios educativos o sanitarios que no son rentables en comunidades pobres económicamente no las brindará el mercado por carecer del incentivo al lucro reproduciendo así las mismas condiciones y perpetuando el círculo vicioso. Esa “suerte” que el Ingeniero argumenta como determinante de los ingresos de las personas y su potencial desarrollo económico o éxito es posible cambiarla invirtiendo justamente en los servicios que elevarán las condiciones que impiden que el individuo no sea condenado a la pobreza económica permanente. Teniendo los mismos derechos garantizados en la actual constitución existen asimetrías históricas por el Estado excluyente que se ha construido y que ha sido capturado para beneficiar únicamente a ciertas élites.

La categorización que hace don Manuel Ayau, sobre la mujer bella por sobre la mujer fea, que el mejor dotado físicamente tendrá más oportunidades en los deportes que el menos dotado o que el simpático tendrá mas éxito que el antipático, además de ser subjetivas asumen la libertad del individuo de participar en triviales concursos de belleza, competencias deportivas o certámenes de popularidad. La realidad en el contexto social y económico es diferente y más seria. Cuando la persona no escoge nacer en una comunidad pobre donde no existen servicios básicos de salud y educación que sobre todo son determinantes de sus condiciones físicas, emocionales e intelectuales para alcanzar niveles de supervivencia humana mínima e incluso niveles de vida dignos estamos hilando un poco más fino y entramos al campo de análisis de las ciencias sociales como la política, la sociología, la economía e incluso la ética y no en función de la llamada “suerte”. Es precisamente el tipo de Estado que la sociedad misma ha decidido construir y que puede ser moldeado y construido por quienes lo conforman el que cambiaría la suerte de muchos, hoy desnutridos.

Asumir que la igualdad de derechos es condición suficiente para que las personas en condiciones de desigualdad social alcancen niveles de bienestar mínimos es ingenuo, irresponsable y, ojalá no, malintencionado.

La igualdad de derechos no es garantía suficiente para alcanzar la prosperidad económica, mucho menos el desarrollo humano, ambiental y social si no se cuenta con otros prerrequisitos que en Guatemala a todas luces no se dan.

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