Igualdad ante la ley con desigualdades económicas
Por: Lic. Abraham Samuel Perez / Samperez1@gmail.com
La isonomia (igualdad ante la ley) debe ir de la mano con la igualdad de acceso a oportunidades económicas. El contexto del debate sobre la igualdad de oportunidades se fundamenta en la economía, que implica primordialmente la sobrevivencia de las personas, incluyendo la competencia en el mercado laboral y empresarial en el marco del libre mercado. Los fundamentos de la economía clásica (neoliberal le apodan algunos) sostienen que el mercado perfectamente competitivo resuelve el problema económico al determinar eficientemente qué se debe producir y cómo se distribuye lo producido a los consumidores. La teoría sin embargo, también explica que los mercados cuando no son competitivos son proclives a crear disparidades aun más grandes en el tiempo. Dicho lo anterior, la igualdad de derechos en cuanto a la libre competencia asume que los agentes económicos involucrados tienen igualdad de acceso al mercado, igualdad de acceso a información e igualdad de acceso a recursos productivos. Falencia que algunas escuelas neoclásicas más modernas y tanques de pensamiento libertario incluso radicales afuera de nuestras fronteras reconocen que se debe corregir. Cito a Swaminathan S. Anklesaria del Centro para la Libertad y Prosperidad Global del CATO Institute: “El Banco Asiático de Desarrollo está en lo correcto al concluir que los gobiernos deben hacer más para mejorar la igualdad de oportunidades. La vergonzosa exclusión de acceso a necesidades básicas en zonas rurales institucionaliza la desigualdad de oportunidades e impide a los pobres salir adelante. En zonas urbanas, las oportunidades han crecido en las últimas décadas.”
Mas gráficamente, se puede comparar con un partido de fútbol: los jugadores debieran tener igualdades de condiciones físicas, etareas y nutricionales entre sí para que la competencia sea justa. Algunos argumentaran que existen diferentes ligas y que la condición de los jugadores dependerá de la liga en que estén jugando. Así las cosas, se argumenta que las grandes ligas compiten en igualdad entre las grandes ligas y que igual lo harán las ligas menores lo cual es totalmente cierto. La implicación de dicha realidad es que la igualdad de derechos frente a profundas asimetrías justificaría la perpetuidad de la pobreza en ciertos grupos poblacionales étnicos, etáreos o de ciertas áreas geográficas que no tienen el mismo acceso a inversión social que otros grupos. “Ellos nacieron en las “ligas menores” argumentará la teoría neoclásica “y jugaran el partido según sus condiciones”. En jalapa, los niños con igualdad de derechos pero sin el mismo acceso a educación de calidad, a salud de calidad y vergonzosamente a ¡alimentación básica para sobrevivir! deben comprender y resignarse a la suerte de que van a competir con sus pares jalapanecos probablemente en trabajos que no retribuyen siquiera al equivalente de la canasta básica de alimentos. La inversión social y de infraestructura que podría sacarlos de la miseria no llega. La que llega es la que aprovecha sus condiciones Infra-humanas y falta de acceso –paradójicamente- al ejercicio de sus derechos (iguales ante la ley, según nuestra constitución). Esto no es ideológico; es así como los mercados se comportan en un contexto social.
Perpetuar las asimetrías es conveniente para algunos pero perjudicial para otros y en el caso de Guatemala, hablamos de que quienes se ven perjudicados constituyen mayoría. En ese marco cabe preguntarse: ¿Es ése el Estado que queremos continuar construyendo? ¿Será que los problemas institucionales, ambientales, sociales y políticos que vivimos no tienen relación con las enormes asimetrías que existen? En el partido deportivo llamado “Guatemala”, las grandes ligas juegan entre ellas y están en la capital, el resto son chamuscas y de chamuscas no pasan. El “argumento” utilizado de que “todos nacemos pobres” es un mito pues la niña que nació en Camotan nació mas pobre que quien nació en la capital quien cuenta con ventajas en el acceso a educación, salud, infraestructura, capital para competir económicamente; por no mencionar otros orígenes de las desigualdades como las herencias y los prejuicios sociales discriminatorios en el mercado laboral y empresarial; ¿mala suerte o un Estado excluyente pero con iguales derechos? Ojala todo fuera como la economía clásica de Adam Smith lo postulaba pues asumía que esos prejuicios no existían en el mundo ideal pero irreal de los mercados perfectamente competitivos, incluido el laboral. Tergiversar la realidad obviando pequeños detalles que hacen grandes diferencias es ingenuo o irresponsable y, ojala no, malintencionado. Podríamos asumir que otros columnistas presumen de buenas intenciones, pero también nos acordamos que de buenas intenciones esta empedrado el camino al infierno.