SER DE “IZQUIERDA” COMO INSULTO
Samuel Perez Attías
En defensa de la libertad de opinar, de tomar posturas y de ser radical en ellas.
Hace pocos
días, JL Font, en entrevista en radio, le hizo una pregunta a la Sra. Fiscal General, Thelma
Aldana sobre su postura política al haber personas que utilizan el argumento de
que “es de izquierda” para insultarla o descalificarla.
La
respuesta de la Fiscal fue categórica pero bastante sabia. “Hay quienes creen
que ser de izquierda es un insulto cuando no es un insulto ser de izquierda”.
Parafraseándola
y agregándole mi visión personal a esa genial respuesta, posteé un tuit donde
amplío la idea diciendo que no solo no es un insulto ser de izquierda como
tampoco lo es identificarse como de derecha. Cada quien tiene derecho a pensar
como desee.
Más que
entrar a la interesante discusión sobre qué significa ser de izquierda o
derecha en estos tiempos, me centro en el argumento de la idea arriba
mencionada: Usar como un insulto la forma de otras personas de identificarse
con una postura política -aunque no la entiendan, o precisamente por ello-
demuestra más bien ignorancia, poca buena voluntad o perversidad. Talvez más
que ser “de izquierda” o “derecha”, el problema sería que quienes se
identifican con esa “X” o “Y” postura no la entiendan y solo repitan lo que
creen que esa forma de pensar implica sin mucho más reflexión o
cuestionamiento. ¿Sabemos realmente que significa identificarse como “de
izquierda” o “de derecha” en el contexto guatemalteco? ¿Son posturas genéricas
o contextuales? ¿Es el espectro político necesariamente binario? ¿Cómo se
matizan dichas posturas en el espectro?
Las
reacciones no tardaron. Salieron
comentarios como “Sí. Para mí es un insulto que me digan que soy “de izquierda”
porque la izquierda refleja el Comunismo, al Che Guevara, los asesinos de la
guerrilla y a Hugo Chavez destruyendo Venezuela”… hasta “La derecha es un insulto, porque la
derecha defiende al Cacif y a los empresarios y apoyar al neoliberalismo
demuestra una falta de ética, adoctrinamiento o ignorancia”… (Sugiero reparar
un poco en releer dichos argumentos, su relevancia y su validez).
¿Es la
izquierda defensora del comunismo? ¿Es la derecha necesariamente defensora y
proponente del neoliberalismo? ¿Según quién? ¿A qué país o modelo de Estado se refieren cuando hablan de
propuestas políticas de “derecha” o de “izquierda”? ¿A qué llaman “Izquierda”
quienes se identifican como de derecha? ¿Al fundamento filosófico que soporta a
las políticas de la izquierda Europea,
Canadiense, Venezolana o Guatemalteca? ¿A qué llaman “derecha” quienes no se
identifican con ella? ¿Al capitalismo? ¿Cuál capitalismo? ¿Al capitalismo de
Estado Chino, al sistema social de mercado Danés, la Social Democracia Alemana del sigloXX, al modelo oligárquico Guatemalteco o al modelo de economía mixta Uruguaya, Estadounidense o Costarricense? ¿Bajo qué
parámetros se está midiendo ese supuesto binario espectro ideológico? ¿Cuáles son la variables que identifican una y otra visión? ¿Es la
derecha progresista una alternativa a la derecha conservadora? ¿Es la izquierda liberal una alternativa a la izquierda conservadora? ¿Qué es ser de derecha progresista y qué es ser de no-derecha?
Lo que evidentemente
no comprenden estos expertos, es que al
asumir sus posturas como un paraguas de verdades absolutas y utilizar dicho
sesgo como motivo de insulto, limitan la posibilidad del dialogo maduro, de la
discusión racional incluso entre extremistas y del entendimiento, jugándole el
juego a quienes les conviene mantener a una población divirtiendo su ego en la
defensa de dicotomías creadas para tal fin: para entretener.
Tanto derecho tiene una persona de pensar de una forma como
de otras. Tanto derecho tiene una
persona para identificarse con un pensamiento filosófico-político (o ideología)
como de no hacerlo, negarlo, rebatirlo o identificarse con otro. Cada idea
tiene su argumento y cada postura política su propio fundamento. Descalificar
simplistamente como un insulto a alguien por auto identificarse como “de
izquierda” aporta poco en la discusión colectiva. Pero, ¿Acaso no es lo mismo
si se hace a quienes se autodefinen como “de derecha”? Sin escucharnos, sin
conocer posturas radicalmente diferentes y diversas, sin comprendernos como
consecuencia, lo que logramos es cavar trincheras de pensamiento autárquico, aislado.
No es malo para el crecimiento personal, pero limita la capacidad de incidir
cuando se trata de aplicar la diversidad de ideas en la praxis, bajo un
supuesto de integración y horizontalidad, es decir, de diálogo. Ignorar las
posturas de quienes se autodefinen como se quieran definir en un espectro más
que binario, simplificando un debate en extremos dicotómicos es útil para
seccionar a la población y categorizar un sistema político también binario,
pero fútil para madurar como civilización Democrática a lo interno de las
discusiones de políticas públicas.
La libertad
individual y/o de asociación colectiva implica la diversidad de opiniones,
convicciones y posturas en un conglomerado social. Una sociedad homogénea, con
pensamiento homogéneo, con valores homogéneos y posturas políticas homogéneas
es síntoma de una sociedad cautiva, esclava de un poder dominante o hegemónico.
Para entender las políticas de Trump en
EUA, de Jimmy en Guatemala, EPN en Mexico o de Hugo Chavez en Venezuela, debemos entender los
valores que les mueven, el porqué de sus intereses, comprender su visión del mundo y aprender de su marco
filosófico de vida. Cómo hacerlo si no les conocemos? Como hacemos si no les
escuchamos? ¿Cómo hacerlo si nos
limitamos a descalificar su pensamiento y su práctica al arrogarnos sapienza
absoluta?
Es
afortunado que cada quien tenga libertad para decidir sobre lo que considera su
propia verdad. Ojalá sea ésta construida en un marco de diversidad de ideas y
dialogo fluido. Lo infortunado es, más bien, “dividir a unos contra otros”
usando como argumento el insulto y la descalificación sin explorar las razones
de la diversidad de opiniones. Diversidad que va más allá del simplista espectro
binario: “bueno o malo”, “blanco o negro”, “izquierda o derecha”,
“comunismo/capitalismo”.
Si somos lo
que sabemos, entonces somos lo que creemos saber que somos. Una persona libre
no debiera conformarse con saber lo que sabe. Una sociedad libre no debiera ver
con normalidad que unos usen la forma de pensar de otros como un insulto. Una
sociedad democráticamente madura no debiera tolerar el insulto a otros por la
forma de verse, de pensar, de vestir, de escoger con quien quieren compartir su
vida, por la forma de expresar su sexualidad, su cultura, su idioma, por cómo
decidir a quién querer, por la forma de entender su propia existencia o de cómo
piensan. Una mente libre desafía sus propias respuestas cuestionando y
cuestionándose constantemente. La verdad está, más bien, implícita en su
búsqueda. Una persona libre no deja de hacer y hacerse preguntas cuando cree
tener todas las respuestas. Usar la ideología de una persona como motivo de
insulto para descalificarle sin mucho más argumento refleja ignorancia,
ingenuidad si no una intención perversa.