El hombre corría en las mañanas. Pasó esta vez
por un barrio desconocido. Un perro salió a su ataque mordiéndole con enojo.
Aunque no hubo una gran herida, el hombre empezó el día sin paz. El enojo
estaba ahora dentro de él.
Más tarde, en la fábrica, desahogó su enojo con
uno de sus empleados, el supervisor en la línea de producción, quien, al no
poder contestarle descargó su enojo y frustración con uno de los trabajadores
que cosía botones. Éste sabía que el reclamo era injusto pero se tuvo que
callar. Temía perder su trabajo.
Al llegar a su casa, el trabajador que cosía
botones ventiló su frustración con su esposa, al ver que ella no tenía
preparada la comida a tiempo. La mujer, para evitar más pleitos, se guardó el
reclamo y más tarde regañó a su hijo por estar haciendo mucho ruido. El niño
quien solo estaba jugando sin intención de hacerle daño a su madre, se enojó y
empezó a pegarle a su hermanita…
La niña, al sentirse maltratada sin motivo, fue
a su cuarto y al ver al perro pasar, le dio una patada…
El perro esperó la mañana siguiente para morder
a la próxima persona que viera corriendo por el vecindario…